Acomódense, va a comenzar una larga comedia de Plauto
Calidoro necesita urgentemente veinte minas para adelantarse a rescatar a su amada, cuya situación le expone ésta en una carta que lee Pséudolo. Ella le comunica que ha sido vendida a un soldado macedonio por veinte minas, quien, antes de marcharse, ha dejado a cuenta quince minas y un sello de garantía; la joven será entregada a quien le pague las cinco minas restantes y un sello idéntico. Calidoro está desesperado y piensa en el suicidio. Pséudolo le promete su ayuda.
El rufián, llamado Balión, muestra, látigo en mano, su brutalidad con los esclavos y cortesanas que tiene en su poder. Quiere que preparen un banquete para celebrar su cumpleaños. Recuerda a sus cortesanas que exijan regalos a sus amantes, demostrando así la codicia.
Pséudolo tranquiliza a Calidoro diciéndole que le va a enviar al lenón un envenenado regalo para su cumpleaños. A pesar del odio que sienten hacia Balión, intentan conseguir de él que les venda a crédito a la bella esclava o que, al menos, espere unos días antes de venderla a otro. El rufián contesta que no sólo no espera, sino que incluso la ha vendido ya. Calidoro y Pséudolo colman de insultos al rufián, que los escucha con una calma cínica. Más aún, movido por cierta admiración hacia unas personas que poseen tan rico tesoro de improperios, les promete con ironía: "A pesar de todas las injurias que me habéis lanzado, si el militar no me ha traído las cinco minas que me debe, hoy, último día fijado para la entrega, ... pienso que puedo ejercer mi oficio ... Si tú me traes el dinero, romperé mi trato con él".
Pséudolo, en realidad, no sabe cómo conseguir lo que le ha prometido a su amo. Dice al público: "Como el poeta, cuando toma sus tablillas, busca lo que no existe en ninguna parte del mundo y lo encuentra sin embargo, dando una apariencia de verdad a lo que es mentira, yo también seré poeta: acabaré por encontrar las 20 minas, que hasta ahora en ninguna parte del mundo existen ... "
En primer lugar intenta sacárselas a Simón, el severo padre de Calidoro; encuentra al viejo, cuando éste vuelve del foro con su amigo Califón, un anciano comprensivo. Está muy furioso, porque su hijo pretende rescatar a su amante y toda Atenas murmura acerca de él. Califón trata de calmar su ira, recordándole sus correrías de joven. Ambos viejos intentan sonsacar a Pséudolo si es cierto que pretende birlar a Simón las 20 minas necesarias para el rescate. Pséudolo reconoce que está dispuesto a ello. Simón le dice que va a dar orden a todo el mundo para que no se le preste ni un denario. Pséudolo asegura que , hoy mismo, el propio Simón le dará las 20 minas para premiarle por el éxito de sus intrigas.
Solo de nuevo, Pséudolo comenta con el público las hazañas que pretende realizar, pero no aclara de qué manera lo conseguirá, porque, por el momento, no ha pensado ningún plan. El azar favorece el plan de Pséudolo, ya que éste se topa en su camino con Hárpax, el enviado del militar que ha comprado a Fenicia. Trae una carta de su amo, que le autoriza a hacerse cargo de la joven, tras pagar a Balión las cinco minas que quedaban por pagar.
Hárpax comenta. "Aquí vive el lenón a quien mi amo me ha encargado llevarle este sello y este dinero". Pregunta a Pséudolo si es Balión y este responde:"No, pero soy su ... despensero, el administrador de los víveres ... Soy quien da órdenes al intendente ... ¿ Vienes, sí o no, de parte de ese militar de Macedonia? ¿No eres tú el esclavo de ese militar que nos ha comprado una mujer y que había dado quince minas a cuenta al lenón, mi amo? ¿Y que debe aún cinco? ... He adivinado ... que venías de su parte; porque, además, en el momento de su partida, se fijó el día de hoy como último plazo del pago y aún no se ha pagado ... Si estuviera aquí mi amo, yo lo llamaría; pero, si tú quieres darme el dinero, tu pago estará más seguro que si se lo hubieras hecho en propias manos". Pséudolo consigue del emisario la contraseña, aunque no el dinero, y le promete llamarlo cuando regrese Balión del foro, pues Hárpax prefiere esperarlo en una posada a las afueras de la ciudad y cerrar el trato con el lenón en persona.
Pséudolo, solo, se alegra de la suerte que ha tenido al conseguir la carta. Con ella va a liar a los tres, a su amo, al lenón y al que le dio la carta.
Calidoro regresa acompañado de Carino, un amigo; Pséudolo ya no lo necesita, pero le pregunta si puede conseguir a algún esclavo que no haya estado nunca en Atenas. Carino le presta las cinco minas precisas y a un esclavo suyo, que se hará pasar por Hárpax. Pséudolo explica su plan: "Una vez que yo haya disfrazado a nuestro hombre, quiero convertirlo en el esclavo supuesto del militar. Llevará al rufián este sello con las cinco minas y se llevará a la mujer ... ".
No ve la forma de conseguir el regalos que le exige el lenón y teme un severo castigo.
Balión vuelve del foro trayendo consigo a un cocinero contratado. Balión se ha encontrado en el foro con Simón, quien le ha avisado de la intención de Pséudolo de arrebatarle a la joven, por lo que ordena a sus esclavos que no se fíen de él.
Aparecen Pséudolo y Simias, el esclavo de Carino, ya disfrazado de escudero, pues debe representar el papel de Hárpax.
Cuando sale Balión, Simias le entrega la carta con el sello y las cinco minas que faltaban del pago; así consigue engañar a Balión, que le entrega a Fenicia.
Pséudolo piensa que no ha visto nunca a nadie peor ni más enrevesadamente canalla como Simias. Tine mucho miedo y pánico a que desgracie su plan pasándose al enemigo. Su temor desaparece cuando ve salir a Simias con Fenicia.
Pséudolo recrimina a Simias haber estado tanto tiempo en casa del lenón. Casi le da una ataque al corazón.
Balión sale de su casa aliviado porque cree que ha podido entregar a la muchacha sin que Pséudolo lo haya engañado.
Regresa del foro Simón para saber si su esclavo ha conseguido burlar al lenón. Balión lo recibe muy alegre y le asegura: º"No tienes nada que temer ... conservas sanas y salvas las 20 minas que has apostado hoy con Pséudolo ... Pídeme 20 minas, si consigue hoy apoderarse de la mujer y se la da a tu hijo, como ha prometido ... Porque no me quitará jamás a la joven; es imposible; ... ¿Te acuerdas de que yo te he dicho ... que la había vendido a un militar de Macedonia? ... Su esclavo acaba de traerme el dinero, con el sello, en señal de reconocimiento ... como había sido convenido entre el militar y yo. El esclavo acaba de llevarse a la joven hace sólo un momento ... La joven está ya fuera de la ciudad, en el camino de Sición, con el que ha venido a buscarla". Simón, que no sabe lo que ha sucedido antes, acepta la apuesta.
Precisamente en ese momento aparece el verdadero Hárpax. Tras una escena de malentendidos, se dan cuenta de que es el verdadero Hárpax, por lo que el lenón tiene que devolver las quince minas al soldado. Balión pretende que su apuesta con Simón era en broma. Simón no está de acuerdo y exige sus 20 minas. Se dirigen al foro los tres y Balión dice que ha decidido celebrar sus exequias en vez de su cumpleaños.
Simón, admirando a Pséudolo, regresa a casa para buscar el dinero que le debe a éste por ganar la apuesta: "Voy a buscar en mi casa las 20 minas prometidas a Pséudolo en caso de éxito. Se las ofreceré, sin esperar a que me las pida ... Pséudolo se ha mostrado más ingenioso que Ulises".
Aparece en escena Pséudolo, borracho, tambaleándose y con una corona de flores en su cabeza, que viene del banquete por el rescate de Fenicia, probablemente en casa de Califón.
Simón le entrega las 20 minas apostadas. Para consolar a Simón, Pséudolo le invita a beber con él y, en un ataque de generosidad, le dice: "Si vienes conmigo al banquete, tendrás la mitad de esta bolsa o incluso más ... ¿ Estás aún enfadado conmigo?". Simón le asegura que no lo está.